Perspectiva. El piloto soñador que extingue el fuego desde su “ángel de metal”

LOS SUEÑOS sí se hacen realidad. Así lo ha comentado el capitán Carlos Augusto Aljure Cantillo, piloto de un Sikorsky UH-60 Black Hawk (Halcón Negro) de la Fuerza Aeroespacial Colombiana “Así se va a las Estrellas”, quien desde niño quiso volar helicópteros igual que lo hacía su papá en la Policía Nacional.

“Por esa razón digo que soy afortunado salvando vidas y protegiendo a la naturaleza, a pesar de los riesgos que conlleva atacar grandes incendios forestales”, aseveró Carlos Augusto, quien se describe como un oficial tranquilo, responsable y comprometido con sus actividades.

Expresa que para el éxito de una misión es importante conocer los puntos de vista del equipo de trabajo para entender si hay otras posibles alternativas y así ejecutar la tarea de la mejor forma posible.

A Carlos Augusto le gusta estudiar y estar al día con el conocimiento de los procedimientos de las tareas aeronáuticas que se utilizan en la operación. “Me gusta salvar vidas también, que es uno de los roles primarios que cumplo por ser piloto del Escuadrón de Operaciones Especiales”.

Cuando era muy joven pensaba en ser piloto, gracias a su padre, quien también es piloto de la Policía Nacional. “Prácticamente desde pequeño crecí en un hogar con el tema de la disciplina y los lineamientos conservadores y castrenses”.

“Desde pequeño lo vi como un modelo de vida, porque mi padre, un coronel de la Policía, Carlos Aljure, también vuela helicópteros. Entonces me gustaba emular desde niño y aprendí a conocer cómo eran los controles de vuelo, qué era un cíclico y el por qué volaba un helicóptero”, acota.

Relata que “mi madre, Zully Cantillo, una barranquillera, y mi padre, oriundo de Villavicencio, siempre me apoyaron en mi decisión de ser piloto militar”.

Cultivo ese sueño de querer volar también y de servirle al país, no solamente desde la parte comercial o civil del vuelo de la aeronáutica, sino que quería ser un aviador militar. “Eso era lo que pensaba desde pequeño”.

“Cuando cursaba la secundaria estudié inglés y física, porque a uno le dicen que debe tener ese tipo de conocimientos para que pueda llegar a ser piloto. Salgo del colegio en el año 2008 y paralelamente inicio mi proceso de incorporación a la fuerza e ingreso como oficial del curso número 85 el 13 de enero del 2009. Prácticamente dos meses después de haberme graduado de bachiller y con 17 años de edad”.

Los riesgos

Carlos Augusto explica que como parte del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo, la Fuerza Aeroespacial Colombiana participa en la extinción de incendios forestales en todo el país, especialmente cuando se trata de conflagraciones de gran magnitud o en lugares inaccesibles para los organismos de socorro en tierra.

“Nuestro trabajo se canaliza a través del Centro Nacional de Recuperación de Personal, entidad que recibe los requerimientos de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, que nos da a nosotros como unidad operativa la autorización para ejecutar la misión. Y, en terreno, articulamos el esfuerzo con las unidades que se encuentran en tierra como la Defensa Civil, los bomberos, el Ejército y la Policía”.

Revela que “estas operaciones de extinción de incendios forestales son de alto riesgo, porque estamos operando con una carga externa en el helicóptero. No es una operación que se haga todos los días. Se tiene un peso colgando del gancho de carga de la aeronave, el cual puede generar una pérdida de control, y se está maniobrando casi que en los márgenes máximos de rendimiento del helicóptero, es decir, el peso bruto máximo permisible que tiene para la maniobra”.

“Operamos en zonas montañosas, donde a veces hay fuertes vientos, donde la visibilidad a causa del humo y de la ceniza puede reducirse, entonces no se puede perder contacto con el terreno. Además hay cables, aves e inclusive ahorita en los meses de julio, agosto y septiembre hay hasta cometas. También drones y esto nos puede generar riesgos operacionales”.

Señala que dentro del incendio están las altas temperaturas que las llamas emiten y eso cuenta como riesgos a los que se enfrentan en una misión.



El bambi bucket

El oficial manifiesta que el bambi bucket, es una canasta gigante que cuelga del helicóptero y es capaz de descargar entre 420 y 660 galones de agua desde la altura de forma controlada y precisa sobre la conflagración: “Nosotros empleamos para estas misiones los helicópteros Bell 212, Huey II y UH-60”.

Expresa que también se cuenta con un Sistema Modular de Extinción de Incendios que se acondiciona en el avión C-130 Hércules de la FAC, el cual permite que la aeronave se utilice como un avión cisterna y tiene capacidad de descargar 3.000 galones de líquido. Se emplean retardantes de largo plazo.

“El bambi bucket puede causar desestabilización porque va anclado al gancho de carga del helicóptero, que está en la parte inferior de la cabina y puede generarle un péndulo. Si ese péndulo es excesivo, se va a sentir la retroalimentación en los registros de vuelo y se puede perder el control de la aeronave”.

Registra que “ha habido históricamente, no en la Fuerza Aeroespacial Colombiana, pero sí a nivel mundial, muchos accidentes de este tipo. Es decir, una pérdida de control a causa del excesivo péndulo u oscilación de la carga externa que se está llevando”.

El oficial reitera que “uno de los riesgos que más se presentan es cuando la línea de fuego se está acercando a construcciones donde hay población y puede verse en exposición la vida de las personas. Entonces es allí cuando se requiere también de una gran articulación con los organismos de rescate y de las demás fuerzas en tierra para mancomunar el trabajo que se hace desde el aire”.

“Lo que nosotros hacemos es llevar el agua a los puntos más complejos, más altos, más inaccesibles, a los que no puedan entrar por tierra, pero las personas que están en tierra también deben hacer su trabajo para que podamos atacar y finalmente extinguir el incendio que se esté presentando”.

Destaca que desde hace 10 años está volando para la extinción de incendios. “La operación muy significativa para mí fue, precisamente, la primera misión que hice en el Cesar. Recuerdo que era un viernes en la noche y nos fuimos desde Rionegro hasta Valledupar. Nos establecimos en el Batallón de La Popa, hicimos el briefing con la Defensa Civil y los Bomberos”.

“Duramos cinco días, volando casi que las ocho horas diarias, porque había un incendio de alta magnitud de cobertura vegetal en uno de los cerros en inmediaciones de la ciudad y por eso fue el esfuerzo principal. Lo recuerdo con una satisfacción especial, porque fue la primera misión en la que me vi inmerso”, registra.

Agrega el capitán que es afortunado “porque todos los días me levanto viviendo un sueño, porque hago parte de esta gloriosa institución y estoy seguro de que haré todo mi esfuerzo día a día para salvaguardar los recursos naturales y proteger las vidas que pueda desde mi poderoso ángel de metal para las futuras generaciones”.

 

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