Pero aseguraron que actualmente “no está en peligro de vida” que “está mucho mejor de cómo llego”.
Confirmaron que el papa no necesita de respiración asistida y que sólo le administran un poco de oxígeno cuando es necesario y que come con apetito.
El mayor peligro, explicó Alfieri, “es que uno de estos gérmenes o bacterias puedan pasar a la sangre y se produzca una sepsis” y entonces “podría ser muy difícil de curar”, pero el papa no tiene nada de esto e “incluso se han reducido algunos fármacos respecto a su ingreso”.
El pontífice, de 88 años, fue ingresado el pasado viernes en el hospital Gemelli de Roma por sus problemas respiratorios, que resultaron deberse a una bronquitis por infección polimicrobiológica a la que se sumó una neumonía bilateral.
Desde su hospitalización, hace una semana, su cuadro clínico ha sido calificado de “complejo” y ha requerido varios cambios de terapia farmacológica.
Los médicos explicaron que el papa llegó con el problema de la infección y que sólo algunos días después surgió la neumonía bilateral.