El caso ha vuelto a poner en el punto de mira la seguridad de los 737 Max, que desde 2019 estuvieron inmovilizados en decenas de países durante casi dos años tras dos accidentes con un Boeing 737 Max 8 involucrado en los que murieron 346 personas, en Indonesia y Etiopía.
Hace apenas dos semanas, los 737 volvieron a estar de actualidad, después de que la multinacional estadounidense pidiese a las aerolíneas inspeccionar sus aviones en busca de un posible tornillo suelto en el sistema de control.
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La compañía aseguró en un comunicado que está de acuerdo con la decisión de la FAA de inmovilizar los 737 Max 9, y colaborará con la agencia para llevar a cabo el proceso de inspecciones y la investigación del incidente.
El aparato de Alaska Airlines que sufrió el percance perdió a casi 5.000 metros de altura el panel con el que se había sellado un hueco diseñado para alojar una puerta adicional de emergencia, una medida habitual en aviones que realizan trayectos con poca densidad de pasaje.
Ninguna de las aeronaves que operan en Europa tiene esa característica, por lo que no se han visto afectadas por la directiva de emergencia que ha emitido la FAA y que ha adoptado también la Agencia de Seguridad Aérea de la Unión Europea (EASA, en inglés).
En Estados Unidos se han visto afectadas 171 aeronaves, la mayoría pertenecientes a Alaska Airlines y United Airlines.